A lo largo de toda su visita por el parque , el visitante podrá percibir la marcada influencia que la cultura guaraní dejó en la región hasta nuestros días.
Las fascinantes costumbres e historia de esta etnia castigada por la conquista europea aún permanecen en esta región. Sus miembros ofrecen sus artesanías dentro del parque en su condición de primeros ocupantes de lo que ellos llaman “Tierra sin mal”.
Es que la selva es para el guaraní mucho más que su hábitat. Es un ambiente mitológico que le provee no sólo lo necesario para la vida terrenal sino también una cosmogonía especial basada en el equilibrio del hombre y la naturaleza.
Básicamente contemplativa, la religión guaraní acepta la existencia de un solo Dios: Tupá. No tenían ídolos, creían en la inmortalidad del alma y en los demonios errantes “Añaes”. Las divinidades explicaban los fenómenos de la naturaleza y de la vida. Los espíritus malignos que poblaban esta vasta región guaraní solo existían para castigar a quien depredaba la selva destruyendo sus recursos naturales.
En la mayoría de los casos pertenecía a la asociación de los espíritus divinos con el Caari Porá, alma celestial que se transformaba en jabalí para perseguir y atacar a los cazadores que buscaban riquezas de la selva sin necesidad.